lunes, 24 de octubre de 2016

Proyecto: Presentación

SUBJETIVIDAD

LOS IMPERATIVOS SOCIALES EMPUJAN A CREAR SUBJETIVIDAD

“ESTO SE DEBE HACER ASI”


SUPERYO

CREA LAS CONDICIONES PSIQUICAS PARA OBEDECER A LOS IMPERATIVOS SOCIALES

“DEBES HACERLO”




SUJETO

IMPONER SOBERANIA DONDE PRIMAN LOS IMPERATIVOS

“SI VOS QUERES”


lunes, 10 de octubre de 2016

"Psicoanálisis y Arte"

Los siguientes trabajos fueron realizados por los alumnos Candela Burundarena, Rosario Dinardo Estrada, Josefina Bertini y Fátima Bustillo de quinto año bodyc en respuesta a la consigna de relacionar alguna manifestación artística con los contenidos vistos en la unidad de Psicoanálisis y con la lectura de las "Cinco Conferencias de Introducción al Psicoanálisis" (Sigmund Freud - 1910). Pueden encontrarse citas textuales no referenciadas.



"Casi Ángeles" (por Candela Burundarena)



Basé mi trabajo en capítulos de la 4°temporada de la telenovela “Casi Ángeles”, en donde aparecen distintos términos/conceptos que creo que pueden ayudarme con el mismo.

Para entrar un poco en contexto y entender mi punto de vista:

Tras ser lanzadas bombas en distintos puntos del mundo, gran parte de la población fue captada con nano sondas ópticas, así, los soldados de la Corporación Nueva Era (NE), lograron capturar a una considerable parte de la población mundial, y estos fueron sometidos a un reseteo en el que se les implantaba otros recuerdos y personalidades, viviendo éstos su nueva vida en las llamadas urbes.

Estas urbes estaban localizadas en distintas partes del mundo en las que sus habitantes viven en un mundo perfecto sin saber sobre su vida anterior. Están rodeadas por un gigantesco muro, y una especie de campo de fuerza, el cual impide su paso. En las urbes se denomina “salvajes” a las personas que se encuentran fuera de ellas, ya que el gobierno les hace creer que son asesinos sin escrúpulos. Un grupo de cazadores del gobierno se encarga de capturarlos para proteger a la población.

Tras 5 meses de haber estallado la bomba, una gran urbe fue construida en Buenos Aires y comandada por la Jefa de Ministros. La habitan algunos de los principales personajes, los demás chicos que no fueron capturados, formaron una resistencia en una estancia. A partir de ello, comienzan a idear planes para entender qué sucedía del otro lado del muro y poder rescatar a sus amigos. En uno de sus tantos intentos inventan cortometrajes que son reproducidos en el NE para que los chicos de allí los vean y así poder “despertarlos”. El cortometraje lleva el nombre de “La familia muro” y explica qué es lo que en realidad sucedía en ese momento, tanto dentro como fuera de la urbe, que todo es una mentira. Pero, no es tan fácil creer de un día para el otro que la vida que creías que tenías es inventada y no sos quien crees.

Podríamos decir que aparece la represión cuando los chicos son reseteados y se olvidan por completo de quienes son y de su historia de vida. Cuando “caen” en la realidad de lo que estaba sucediendo se resisten a recordar. Prefieren vivir en la mentira, en un mundo sin problemas y con una falsa felicidad. Primero reprimen, luego se resisten.

En cambio, el inconsciente cuando los chicos capturados dentro de la urbe tienen sueños con sus verdaderos amigos, “los salvajes”. Una de las protagonistas lee revistas y en una de las páginas de esta, encuentra una imagen de un chico similar a su novio Thiago (que es un salvaje y no lo recuerda, que tiene algo muy característico en su cara, un lunar) e inconscientemente le dibuja un lunar idéntico en su rostro. Tiene un deseo inconsciente de estar con él.

La asociación libre se genera cuando esta misma protagonista, Mar, sufre stress lo cual produce que se olvide de todos los nombres de las personas que conoce MENOS el de Thiago. Llega a esa conclusión luego de pasar horas hablando sola, sus amigas escuchándola y ella desencadenando todos los hechos que llevan a ese efecto.

El contenido manifiesto aparece cuando Jazmín, otra de las habitantes del NE, tiene sueños con su novio Tacho (otro “salvaje”). Se manifiesta en la conciencia y sería todo lo que aparece en el sueño el contenido manifiesto.

Por otra parte, la condensación existe cuando Ramiro, quien tiene una vida inventada como ayudante de cátedra (en realidad es uno más del grupo de los chicos nombrados anteriormente), comienza a ver en distintas personas diferentes características, personalidades y aspectos físicos que lo llevan a recordar a su ex novia, Valeria, la cual vive del otro lado del muro. Cuando digo personalidad me refiero a que, Ramiro es una persona muy sensible y sincera al igual que Valeria, por ello comienza a apoyarse en mujeres de símil personalidad para encontrarse a sí mismo. Lo mismo ocurre con el aspecto físico, se fija en mujeres del mismo estilo que Vale: rubias y de ojos celestes.

Un día recibe un globo junto con un pen drive, el que es conectado a la computadora y contenía un video de Vale cantando una canción que él había le había compuesto. Son situaciones que le hacen abrir los ojos.


El icc también se da a conocer cuando, Simón (mejor amigo de Thiago), quien fue reseteado al igual que otros, comienza una relación con Mar (novia de Thiago) y por momentos recuerda la pelea que tuvo con su mejor amigo al enamorarse de Mar, su chica, y a partir de ello, se aleja de ella. Siente culpa, una enfermedad del alma. No puede controlarlo, pero, al mismo tiempo, no sabe por qué es.



"Belleza Americana" (por Rosario Dinardo Estrada)




La película demuestra una imagen de los prototipos de apariencia que definen a la sociedad como el de la perfección y éxito social. La apariencia de mujer equilibrada, madura, independiente, responsable, con ambición y carácter, daría lo mismo en este caso hombre o mujer, es la idea que se quiere transmitir.

Comenzare con Carolyn, que no es una persona feliz y mucho menos su hija Jane, que eso se va notando a lo largo de toda la película. Carolyn siempre esta inconforme y buscando la perfección, ella esta siempre sufriendo y quiere mostrarle al otro ese sufrimiento. El que carga toda esa angustia es Lester (el marido y protagonista) el cual esta inconforme con su vida y de alguna manera trata de volver a ser feliz. Carolyn tiene la autoridad en la casa ya que Lester nunca antes se había opuesto a alguna decisión de ella y es por eso que ella quiere estar con Buddy, porque ella sabe que el tiene el poder de todo y analizando el caso de Carolyn, de una u otra manera siempre esta a la defensiva y quiere vivir como ella quiere y se opone a las decisiones de los demás, este es un síntoma muy predominante en la histeria. Ella vive un mundo de ambición y para ella las apariencias sociales es lo que predominan. Lester le hace ver que por los problemas de su matrimonio ella es la culpable, cosa que Carolyn no tiene mucho que decir al respecto y ya casi como que trataba de angustiarse hasta que conoció a Buddy, donde se sintió segura, síntoma típico de la histeria ya que si no esta con alguien como ella quiere, sufren y se martirizan. Al momento en que consigue estar con Buddy ella se siente feliz porque ha logrado estar como ella quiere.
Para analizar el papel de Angela, ella cree que todos quieren a estar con ella porque para ella es hermosa y puede conseguir lo que quiera, es de alguna manera histérica ya que adopta en la película un papel con una personalidad segura de si misma, arrogante pero que en el fondo esconde muchas inseguridades, se asemeja mucho a Carolyn. Ella se está limpiando el maquillaje que se le ha corrido de la cara en el baño cuando Lester es asesinado. Esta escena puede entenderse como si se estuviera quitando la máscara que ella había tenido a lo largo de los años.
Quisiera un poco comentar de Jane, al parecer ella se siente infeliz, desamparada en la casa y hasta este punto a mí parecer el odio que tiene ella hacia su padre es debido a la falta de ayuda y apoyo que no le ha dado Lester y los muchos problemas que tiene con la madre le hacen ser una histérica, que al parecer se siente sola y necesita a alguien que le comprenda y con el cual pueda compartir y lo hace con Ricky. Pero para entender el problema de Jane es para mí como si se hubiera quedado en el deseo de estar con el padre y es por eso que ella odia a su padre porque Lester no la ve con los ojos que le ve a su amiga Angela. Después de conocer a Ricky Fitts, Jane empieza lentamente a salirse de lo 'normal': lleva cada vez menos maquillaje, cuestiona el comportamiento de Ángela y su actitud, y adopta lo que la hace diferente de los otros.

Frank es un Coronel de la Marina con una actitud militar muy estricto, donde el orden en su casa incluye análisis de orina a su hijo. El Coronel actúa en toda la película con cierto odio hacia los homosexuales, dándole mirada de asco cuando en realidad el ha reprimido su homosexualidad durante muchos años, y después de que Lester le rechazara, mata al hombre que convirtió la aceptación eventual de esos sentimientos en frustración.

Lester pide morir antes de su muerte. Empieza a entrar en la crisis de los 40. Pero encuentra lo que realmente quiere, poder expresar por sí mismo otra vez después de tanto tiempo cediendo a la personalidad de Carolyn.

El personaje de Ricky se ha ido alejando de la sociedad y vive su propio mundo y él es quien ve y mira la belleza que existe porque el quiere verla, porque como yo considero que es la enseñanza de la película es que las cosas son bellas si uno quiere verlo así. Como Lester dice en su narración, incluso una bolsa de plástico ordinaria ondeando al viento tiene una cierta suma de belleza, sólo depende de cómo la mires. De ahí refleja que todos los personajes de la película son "bellos" de alguna manera, incluso aunque ellos mismos no puedan ser conscientes de ello.

La belleza interior y como vemos en la película: Angela piensa que ella es "ordinaria", aunque Lester piense lo contrario. Lester, en cambio, piensa que él es un "perdedor", aunque Angela lo vea "sexy", Jane odia su aspecto y piensa que ella es "aburrida" y Ricky, sin embargo, la encuentra hermosa. Y es a lo que me voy con la bolsa, depende como se la mire y de algún modo la vamos a ver bella, lo mismo pasa con las personas. Los pétalos de rosas que aparecen en la película para mi significa como que fuera la metáfora que interpreta la belleza, una belleza que Lester y las personas buscan para sentirse de alguna manera felices y contentas pero para mi es algo artificial ya que la verdadera belleza se lo puede encontrar en el ser humano y es por eso que Lester al momento en que se da cuenta de que Angela no ha tenido relaciones anteriormente se le desvanece esa ilusión, al encontrar su inocencia.


"1984" (por Josefina Bertini)


1984 es un libro de George Orwell, el cual relata una sociedad futurista para el momento en el que se escribió, donde el Gran Hermano es una asociación, una hermandad la cual controla el pensamiento y los actos de cada individuo, en esta sociedad vive el protagonista, Winston, el cual intenta revelarse contra esta anarquía junto a su amada Julia. No será fácil ya que el Gran Hermano controla el presenta, y a partir de eso, sostienen, que el futuro y el pasado están en sus manos asimismo.

NUESTROS ENFERMOS DE HISTERIA SUFREN DE REMINICIENCIA. Esta frase hace referencia a que los histéricos podían sentir lo que sufrieron en un momento a través de un objeto, una sensación, o hasta una persona que las lleve a ese momento en el cual lo sintieron. Winston tiene fragmentos de recuerdos de su infancia, la cual el recordaba como un caprichoso que hacia trabajar de más a su madre y que su hermana muera de hambre a cambio de su propio egoísmo. Acá también entran las vías de acceso al ICC, pues son solo fragmentos que recuerda de este pasado. Son pequeñas situaciones de pensamiento reflexivo u objetos que lo hacen pensar sobre su infancia. Este sentimiento egoísta va a ser el deseo inconciliable con el YO, el cual va a ir en contra de sus exigencias éticas, morales y estéticas, determinando el olvido.

Las lagunas no solo aparecen haciendo referencia a su infancia, sino que, cuando es atrapado por el partido para torturarlo y cambiarlo completamente ideológicamente, el olvida cuanto tiempo había estado ahí, olvidaba la sesión en donde lo torturaban, pues allí no solo confesaba cosas ilógicas y controversiales a la persona de él. Una vez grito y afirmo que desearía que la torturasen a Julia con el método que le habían impuesto. Aquí es donde surge otra vía de acceso al ICC, los sueños. Pasada esta sesión en la cual admitió algo inconciliable para él, sueña con Julia. En este sueño el ve a Julia, y ella admite haberlo traicionado frente al Partido, él admite lo mismo. Julia se sostiene con que cuando te amenazan con algo que no puedes soportar, dices que preferís que se lo hagan a otro, paralelamente deseando que sea un truco para parar la tortura, pero esto en realidad es deseado verdaderamente, ya que solo importas tú mismo. Aquí aparece el contenido manifestó. El contenido latente de este sueño seria la necesidad que busca Winston a que Julia lo perdone por haberla nombrado, y que Julia le haya hecho lo mismo, buscando convertir su error en algo que ella hubiese hecho en su lugar. Admite que en realidad, pese al amor que le tenía a ella, de verdad deseaba esa tortura a ella, pero este razonamiento sale de ella, buscándolo hacer más verdadero, más humano. Al final ella se para para irse al subte, pero por alguna razón el desea que ella se vaya, se siente apegado por el café en el que estaban, y no tiene ningún pensamiento de levantarse de allí para seguir hablando con ella.

Otro acceso al inconsciente que se muestra muy claramente es el acto fallido que también se puede juntar con un lapso. Cuando él está en el proceso de cambio a través de la tortura, se sienta en la celda y escribe una de las frases del partido: LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD, y abajo, sin darse cuenta 2+2=5, ideología que el partido tanto buscaba reforzar en él.

Hay una constante represión en la sociedad de sus ideales, conductas y acciones. Los individuos no buscan revelarse contra el Gran Hermano, sino que buscan nunca desafiarlo, complacerlo. Cada pensamiento en contra de él busca ser reprimido en su máxima expresión por el amor que hacen sentir hacia él.

Cuando lo están torturando, le hacen acordar de un sueño que él había tenido. En este Winston miraba una pared, y escuchaba un fuerte zumbido acompañado por una vibración, y le llegaba al cuerpo una sensación de pánico. Sabía que sabía lo que era, pero a la vez no. Esta negación a darse cuenta que detrás de la pared había ratas, era porque era la fobia más grande que tenía el. La conciencia lo intenta ocultar a través de la represión. En este momento aparece la condensación de los sueños también: la oscuridad, los sonidos, la vibración y una sensación desesperantes que invaden la situación, representa las ratas.



"The Wall" (por Fátima Bustillo)


Este gran álbum está basado en la vida de dos miembros de la banda de rock, Pink Floyd. La infancia de Pink es muy similar a la infancia de Roger Waters quien perdió a su padre en la Segunda Guerra Mundial, reflejo muchos de sus sentimientos de abandono y soledad en este álbum. La vida de adulto de Pink está basada parcialmente en la vida del cantante y líder original de la banda: Syd Barrett, quién sufrió un colapso mental debido a las drogas. El director británico Alan Parker dirigió la película en 1982 ,el guión fue escrito por el vocalista y bajista, Roger Waters. La película es altamente metafórica, hace una crítica amplia a la sociedad, el sistema educativo de la época, la función maternal entre otras y las consecuencias que repercuten en los que forman parte de este sistema.

Como se puede observar en el film, existe una representación simbólica de la educación ya que en una escena se muestra como un grupo de niños caminan hacia una moledora de carne para ser convertidos todos en una misma masa. La función de la escuela en este caso es educar en función a un sistema .Como por ejemplo , en la escena donde el profesor humilla al protagonista al frente de la clase, con el fin de reprimir facultades artísticas para que sea más fácil de moldear incluso la violencia física como método correctivo también es algo que se muestra claramente, donde el profesor siempre está por encima del alumno generándole miedo y desconfianza.

. Uno de los momentos más relevantes es cuando se plantea la metáfora del muro, donde se entiende que cada estudiante es un ladrillo en la pared, y la pared representa al sistema.

Podemos observar que existe en la película una madre muy apegada a Pink, que no le deja ser libre, la cual está siempre protegiéndole, y de alguna manera eso se puede observar al comienzo cuando la señora de la limpieza quiere limpiar el cuarto de él, y a él le viene el recuerdo de las cadenas es para mí, una forma de mostrar que su madre nunca le dejo ser libre y le mantuvo encerrado en su mundo y que quiere salir pero no lo logra, se observa también un niño muy maduro para su edad ya que su madre y su situación le hicieron crecer demasiado pronto,. En el parque mira la felicidad de otros niños y él quiere estar como ellos, al no tener padre le pregunta a un señor si le podría subir y cuando el hombre lo hace, la alegría en la cara de Pink puede verse claramente; él ha encontrado una figura paterna, la cual es lo que le hace falta y aquí vemos que es la primera vez que Pink realmente se da cuenta que no tiene padre, una realidad que lo deja con un sentimiento de vacío y duda más tarde se lo ve leyendo el periódico y con sus facciones se evidencia que está tomando ya una responsabilidad de adulto, de padre. Al comienzo de la película Pink nos dice que el lleva una máscara y tiene odio frente al público y nos menciona que para poder entenderle él debe quitarse la máscara y bueno en primer lugar se debe mencionar que a esto existe un punto importante, la guerra le afecta y la muerte de su padre hace que no pueda contar con nadie como lo dije antes él se encuentra en el deseo de la madre y como no tiene con quien expresarse mantiene un disfraz, pero él se lo debe sacar para poder dar a conocer como es él por dentro, quitarse esa mascara, solo así va a poder desquitarse y llegar a una catarsis. La traición de su esposa hace que Pink esté en crisis y llegue al delirio, también hace ver que él ya no confía más en otras

mujeres solo quiere a su madre, se observa cuando esta con la mujerzuela que él busca en ella comprensión mientras que ella solo quiere estar con él, él sabe que nadie nunca podrá comprenderle como lo hizo su madre y es como dice la canción el amor se vuelve gris en el cual él ya no puede confiar en nadie más y demuestra que él no soporta ser como es él y es por eso que se evidencia que el rompe los vidrios y de alguna manera estalla como una bomba hacía con él y con los demás.


. . Otra cosa importante es que se muestra que él está solo en el cuarto al momento en que vienen los doctores y en la canción es como que muestra que la gente y personas que le rodean están ahí no para ayudarle sino para que simplemente salga al concierto y toque. Y que de alguna manera la inyección que le ponen ese momento es como para decirle que siempre va a ver una solución pero así va a ser toda su vida La escena de los gusanos que lo comen puede dar 2 interpretaciones, la primera que es un nuevo comienzo en el que Pink va a dejar la máscara y va a ser un nuevo renacimiento. La segunda interpretación puede ser que los gusanos lo comen para ser aceptado por la sociedad y deja de ser como es él y se vuelve un sujeto que atrae a todos y piensa que todos le aman. En este delirio él es el que va a dictaminar como se hacen las cosas.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Proyecto: Capitalismo y Sujeto (Jorge Aleman)

Fragmento de nota "Capitalismo y Sujeto" de Jorge Aleman (Diario Página12 -http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-308894-2016-09-08.html)
(…) Es un hecho que actualmente la cuestión de la subjetividad se ha vuelto crucial en todos los campos: se habla de la subjetivación de la política, se habla de procesos subjetivos en tal o cual registro, se habla de dispositivos de producción de la subjetividad. En fin, está a la orden del día el tema de la subjetividad, por lo tanto más que nunca es muy importante considerar qué es lo inapropiable para estos circuitos productores de subjetividad. Ahí es donde entran las conjeturas sobre una izquierda lacaniana.
(…) Pensar lo inapropiable me parece una cuestión de primer grado, una cuestión clave, diría, que es la condición de imposibilidad para pensar lo político. No la política como gestión o como un subsistema de la realidad, o como un modo óntico de decir las cosas; sino lo político en su condición de institución de lo social. Y para ello es clave pensar lo que es inapropiable.
Es un hecho que Lacan, después del ‘68, entra veladamente en un debate con Foucault sobre cómo considerar el tema de la subjetividad. Para los foucaultianos, la subjetividad procede siempre de las construcciones históricas del poder. Es decir, hay subjetividad porque los dispositivos de poder, sus tecnologías, sus nuevos procedimientos, sus nuevos funcionamientos, producen subjetividad. El primer hallazgo de Foucault es captar el problema de la biopolítica –recuerden que para él el poder no es meramente represivo, sino que tiene una faz más bien productiva–. El primer momento de Foucault, su momento brillante, es cuando ve que van a aparecer los expertos, va a aparecer la biopolítica, y toda la población se va a transformar en un objeto de saber de los expertos. Pero luego vislumbra otro momento, que justo es en el final de su vida, cuando hace su Seminario sobre liberalismo. Foucault ve que ya no se trata sólo de la biopolítica, sino que se trata de fabricar subjetividades: que el Neoliberalismo es una mutación del Capitalismo. Porque ya no se trata del concepto de alienación en el sentido de Marx, donde hay una parte de sí mismo extraña, que a través de una praxis uno puede recuperar, sino de algo mucho más radical, más grave, que es producir e inventar la subjetividad misma. Es decir, se ha ingresado en un tiempo histórico del Capitalismo –acompañado por narrativas de autorrealización como la autoayuda, los managments y otras teorías–, donde dispone de los dispositivos para producir subjetividades. La forma que tuvo Foucault de vislumbrar estos dispositivos fue bajo el nombre de empresarios de sí mismos. Es decir, concebir la vida de uno, la relación con los otros, bajo una performance de sexualidad, deporte y trabajo, en donde la cuestión del rendimiento y de optimizar la propia vida y sus recursos, se pongan al frente del asunto.
Esto es muy interesante, porque ya no está en el marco de la biopolítica que primero pensó Foucault, sino que ya vemos que es un paso distinto, porque ya él dice que un empresario de sí mismo no tiene que tener una empresa, ni tiene que tener nada. Es simplemente alguien que se ha producido y ha quedado constituido en un dispositivo que llamaría, desde el punto de vista lacaniano, un dispositivo de goce; es decir, un dispositivo que está más allá del principio del placer, un dispositivo que ya fue preanunciado por Freud en “El malestar en la cultura”, y que en el Neoliberalismo se consuma históricamente; la realización del sujeto pasaría entonces por algo en donde lo ilimitado ha entrado en su vida.
Digo lo ilimitado para también evocar el discurso capitalista, que al no tener corte alguno, y al conectar todos los lugares, y al estar constituido no como un discurso –porque estamos forzando las cosas cuando decimos discurso capitalista–, es un dispositivo. (…)
(…)
Esa es una primera cuestión que he tratado de zanjar: separar al sujeto de la subjetividad. Porque si sujeto y subjetividad son lo mismo, ya le concedemos, como le pasó a Foucault, el grave problema de que el poder, en su ontología, fabricaba al sujeto. Y entonces, ¿cuál era el punto de lo inapropiable si ya estaba todo producido desde el poder? (…)
(…) Nosotros tenemos que pensar que no todo es histórico, porque si no le regalamos al poder, todo. Por ejemplo, en una mesa redonda, con una gran compañera feminista de Podemos, en Madrid, ella hablaba de las mujeres que gozan con fantasías de sumisión, y hablaba de los vestigios de la lógica patriarcal en esas fantasías. Y yo le decía que no, porque si ya introducimos en que el modo de gozar de una mujer está contaminado por una lógica de poder, estamos haciendo en cierto modo lo que hizo la URSS con los homosexuales, que durante un tiempo los consideraba desviados ideológicos. Estamos a punto de decirle: “Compañera, usted está gozando mal porque tiene todavía el patriarcado en el horizonte”. Hay que separar la producción de subjetividad de lo que consideramos que es el sujeto.
Y por otro lado, sin embargo, respetar esto que vislumbró Foucault. Incluso Margaret Thatcher le dio la razón cuando dijo que la economía era nada más que el método, y que el objetivo era el alma. Es decir, el Neoliberalismo tiene un impulso que lo describe muy bien a sí mismo, que es el querer generar un dispositivo de rendimiento y goce que está más allá del principio del placer, en donde –y por eso se extienden las patologías de la responsabilidad–, el sujeto está siempre más allá de sus posibilidades. Está bajo imperativos con los que no puede cumplir.
(…) Toda la temática freudiana parece un libro de contraautoayuda y autoestima, porque de entrada dice que la felicidad no tiene nada que ver con la verdadera existencia del ser humano, y que la obligación de ser feliz va a traer consecuencias deplorables, como las que tienen las narrativas de autoayuda que logran hacerle creer a cada sujeto que las lee –que en ese momento no es sujeto, es subjetividad–, que uno ha entrado en la captura de la producción de subjetividad que consiste en el uno por uno. Por eso alerté últimamente en los debates con los queridos colegas de mi Escuela, ciertos reparos cuando dicen “nosotros estamos en el uno por uno”, porque no hay mejor dispositivo que sepa atender el uno por uno que el Neoliberalismo, que le hace creer a cada uno que ese libro está destinado a él, cuando se vendieron 48 millones de ejemplares. Y que lo que ha leído palabra por palabra está escrito para él, hasta que el circuito de rendimiento y goce se agotan, y resulta que la infelicidad aumentó.
(…)
Ahora bien, todo acto instituyente no tiene más destino que ser incluido en una institución. Y a la vez, la institución está hecha para no querer saber nada del acto instituyente. Pero a la vez, sin la institución, el acto instituyente se evapora. (…) En las instituciones hay jerarquías, hay ideales, hay estratificaciones, y el acto no es algo que hace emerger lo que estaba, no es algo que da visibilidad, o algo que estaba invisible en la situación, se vuelve visible por el acto. No, el acto hace surgir algo radicalmente nuevo, que no estaba ni siquiera latente. De modo que las condiciones del acto son muy serias.
¿Cómo se aloja eso institucionalmente si la institución está hecha para borrar esto? Entonces hay que encontrar una fórmula donde se acepte el desafío de que por un lado, esté la institución que aloje esto, y que a la vez, esa institución no termine de matar lo que fue el acto.
(…) es el Neoliberalismo lo que va a llevarse por delante todo; se lleva por delante la familia, los lazos sociales, el trabajo, la relación de cada uno con su lugar, con su país, con su pueblo. No es el Mayo del ‘68 como decía Nicolas Sarkozy, lo que provocó el declive de las autoridades simbólicas. La gran máquina de erosión de todas las autoridades simbólicas, el gran declive de todas las instituciones, de la pérdida de prestigio de todas las figuras de lo simbólico, la está generando esta producción de subjetividad neoliberal, que además –como dice Lacan del discurso capitalista, y eso es lo que tiene de conservador su visión–, marcha hacia su consunción. Es decir, marcha hacia algo que va a producir su propia disolución violenta, porque consunción quiere decir desarrollar internamente una energía que te destruye. O sea que él no ve una salida histórica, al modo de la filosofía hegeliana marxista, sino que ve algo que efectivamente habría que ser muy ciego –por lo menos estando en Europa– para no verlo, que es que ahora el futuro no es más una incertidumbre: marcha todo hacia algo que no se va a poder sostener. Hoy cualquiera, sea de derecha o de izquierda, admite con bastante facilidad que el mundo así como va y en la dirección que va no es sostenible. Que verdaderamente si hay algo que discutir es lo que decía Walter Benjamin: “¿Cómo es el freno de mano aquí?”, porque si no hay freno de mano la cosa va a un lugar que no tiene salida –esto me llevaría a establecer diferencias con Ernesto Laclau–, porque el discurso capitalista yo creo que no está pensado en la lógica hegemónica, pero tampoco está pensado como Badiou formula el Capitalismo. O sea, el discurso capitalista en Lacan, en ese sentido, es más marxista, porque Marx dice en un momento que el Capitalismo es una abstracción, que ya no nos dominan hombres, ni personas, ni instituciones, que nos domina una abstracción. Eso es mucho más serio, mucho más grave como problema político. (…)
Por eso, y aunque eso no se percibe aun en Argentina, el Neoliberalismo no escoge al psicoanálisis. No lo ha escogido, y se ve claramente en Europa. Se ve el declive de la filosofía y se ve el declive del psicoanálisis. Puede haber algunas culturas que mantengan, por razones históricas, su presencia. En cambio la autoayuda se expande transversalmente, devora a la filosofía, al psicoanálisis, a la divulgación científica; se empieza escribiendo sobre los protones y se termina escribiendo sobre cómo vivir con tu suegra (…)


lunes, 19 de septiembre de 2016

Proyecto: Sexualidad e imperativos sociales

LA SEXUALIDAD Y LOS IMPERATIVOS SOCIALES
Introducción
A la altura del Freud que venimos trabajando nos encontramos arribando a dos puntos fundamentales: Primero que la sexualidad va más allá de la genitalidad, incluyéndola dentro de su ámbito. La segunda es la importancia del desarrollo sexual en la constitución del psiquismo.
Podemos decir además que la teoría freudiana y su concepción de sexualidad es una teoría que tiene sus bases en el amor. Recordemos todo el desarrollo sexual y no veremos otra cosa que no sea amor. Amor hacia la madre o hacia quien le brinda cuidados esenciales para la vida. Amor al propio cuerpo (manifestado en los buenos tratos) en el desarrollo del autoerotismo. Esa doble vertiente del amor, la dirigida al otro y la dirigida a uno mismo, se mantendrá, en el mejor de los casos, en la vida adulta, no solo en cuestiones eróticas (recordemos que la sexualidad va más allá de la genitalidad) sino principalmente en cuestiones amorosas. El amor, sexual claro está, en la amistad, donde brindamos cuidados al otro y nos dejamos cuidar es un ejemplo de esto.
Hay un concepto más que interesante para pensar acerca de la sexualidad que es el concepto de soberanía. Estos últimos años la soberanía tiene su día de conmemoración de la batalla de San Lorenzo. Deberemos cuidar ese día, porque soberanía no solo es un concepto aplicable a una nación sino también aplicable a nuestro propio cuerpo. Nosotros somos soberanos, nuestro cuerpo es soberano y deberemos tener presente que esa soberanía habrá que cuidarla. Hay algo de lo inapropiable, algo que los otros no se podrán apropiar que es nuestro cuerpo. Hay un video hermoso de la cantante Nina Simone que me parecería más que adecuado para que nos acompañe en este proceso, en este proceso. Habla de lo que no tiene, un listado enorme de cosas materiales para luego dar paso a lo que si tiene que no es otra cosa que un cuerpo y una autonomía sobre este. Acá es donde quiero que nos detengamos y que pensemos a partir de una pregunta: Cuan soberanos somos de nuestros cuerpos? Cuanto de lo que creemos como propio no son imposiciones desde el afuera? Por eso pensé que el tema que nos acompañe en esta investigación sea la Sexualidad y los imperativos sociales. Para ellos necesitaremos:
A.      Definir Imperativos y ubicar a los imperativos sociales actuales (contexto muy importante) en relación a la sexualidad. Definir soberanía.
B.      Importancia del otro en nuestra formación como sujetos (somos sujeto social) y el porque de la sumisión a estos imperativos. Para ello nos valdremos de los aportes del psicoanálisis, quien nos dará fundamentos teóricos donde apoyar nuestra hipótesis.
C.      Si ratificamos nuestra hipótesis deberemos dar respuestas, salidas posibles a esta encrucijada.


A.      DEFINIR IMPERATIVOS Y UBICAR A LOS IMPERATIVOS SOCIALES ACTUALES (CONTEXTO MUY IMPORTANTE) EN RELACIÓN A LA SEXUALIDAD. DEFINIR SOBERANÍA.

Imperativos actuales
Imperativo: Que se manifiesta como orden o imposición. Es una definición más que suficiente para pensar acerca de los imperativos, imperativo como una imposición. A esto deberemos agregarle lo social, el contexto que nos toca hoy compartir. Nuestra sociedad está atravesando una de las crisis más agudas de los últimos años. Será tema de investigación de ustedes el poder dar cuenta de lo que se trata. La pregunta es adonde empuja el ideal social hoy en relación a la sexualidad. Deberemos investigar publicidades por ejemplo, cine, programas de televisión, series, etc.
Los imperativos sociales empujan a crear subjetividad, que es lo que se debe hacer, empujan a la obediencia, a seguir con los ideales sociales impuestos, empujan a hacer (just do it) a que nada es imposible (Imposible is nothing), a ideales físicos y de rendimiento (pornografía), a igualar la forma de satisfacción y de vivir nuestra sexualidad. Lo ideales de belleza que se manifiestan en las publicidades y en las series no dejan de ser productos sociales (ver la belleza y sus ideales a lo largo de la historia, en el arte por ejemplo)
Soberanía: Es el poder absoluto de una nación o república. Es un concepto para ampliarlo y llevarlo al campo de lo humano. Que sería tener poder absoluto de nuestro cuerpo, de nuestra sexualidad. Este es otro de los puntos donde me gustaría que nos detengamos. Soberanía. 
Rescatar al sujeto de esa subjetividad construída por los imperativos sería el trabajo a realizar. Rescatar los propios gustos más allá de lo que se nos impone como correcto o como bueno, más allá de lo positivo para el común de la sociedad. Mirarnos, respetarnos y respetar a los otros en su individualidad. No buscar ser semejante a, ya que eso es a lo que empujan los imperativos sociales.


B.      IMPORTANCIA DEL OTRO EN NUESTRA FORMACIÓN COMO SUJETOS (SOMOS SUJETO SOCIAL) Y EL PORQUE DE LA SUMISIÓN A ESTOS IMPERATIVOS. PARA ELLO NOS VALDREMOS DE LOS APORTES DEL PSICOANÁLISIS, QUIEN NOS DARÁ FUNDAMENTOS TEÓRICOS DONDE APOYAR NUESTRA HIPÓTESIS.
Importancia del otro en la constitución subjetiva
Desarrollo sexual. Fases y complejo de Edipo. Constitución del Superyo.: Heredero del complejo de Edipo, suplanta prohibición de deseos sexuales incestuosos dirigidos a los padres en identificación. Pero no se trata de identificación a los padres sino más bien identificación al superyó de los padres. Esto nos dispara la importancia de las generaciones y el contexto, el entramado simbólico en la constitución del psiquismo.
El superyó es una instancia de prohibición, nos dice lo que no se puede pero también nos habilita a lo que si se puede. Al tener un aspecto cultural, generacional (se pueden hacer cosas en una cultura y en otras no por ejemplo) el contexto avanza y propone, ordena que es lo que se debe hacer y que es lo que no corresponde hacer. Esta es la transmisión del psicoanálisis hoy, estas son las cuestiones del superyó hoy. El superyó es el que nos empuja a cumplir con las expectativas del mercado, borrando singularidades, borrando deseo y poniendo en su lugar imposición.
En la actualidad el mercado empuja al consumismo y a cortar lazos con los otros, dentro de los que está el amor. La meritocracia (publicidad de Chevrolet) por ejemplo es una manifestación de falta de amor, donde lo que se obtiene es a partir de lo que no obtiene el otro, donde la solidaridad pasa a ser sobre las sobras y no sobre el don del amor, que es dar lo que no se tiene, lo que cuesta, no lo que sobra.

C.      SALIDAS POSIBLES A ESTA ENCRUCIJADA. SOBERANIA DEL SUJETO SOBRE IMPERATIVOS SOCIALES SUBJETIVANTES
Salidas posibles a esta sumisión: De los imperativos subjetivantes a la soberanía del sujeto
Deconstrucción y análisis como método. Amistad. Texto:  Texto de Jorge Alemán de Página 12.
La salida viene por el diferenciar subjetividad de sujeto. Imponer una soberanía donde priman los imperativos. El trabajo será declarar nuestra independencia y hacernos soberanos, hacer de nuestro cuerpo un cuerpo soberano y respetar su soberanía es establecer los límites claros de lo que nos gusta, de lo que somos, de lo que queremos, de lo que permitimos. Relacionarnos con el otro desde el respeto que no es otra cosa que reconocer la soberanía nuestra y de la del otro.




lunes, 15 de agosto de 2016

Cinco conferencias sobre psicoanálisis - Conferencia 4

Señoras y señores: Ahora demandarán ustedes saber lo que con ayuda del ya descrito medio técnico hemos averiguado acerca de los complejos patógenos y mociones de deseo reprimidas de los neuróticos.

Pues bien; una cosa sobre todas: La investigación psicoanalítica reconduce con una regularidad asombrosa los síntomas patológicos a impresiones de la vida amorosa de los enfermos; nos muestra que las mociones de deseo patógenas son de la naturaleza de unos componentes pulsionales eróticos, y nos constriñe a suponer que debe atribuirse a las perturbaciones del erotismo la máxima significación entre los influjos que llevan a la enfermedad, y ello, además, en los dos sexos.

Sé que esta aseveración no se me creerá fácilmente. Aun investigadores que siguen con simpatía mis trabajos psicológicos se inclinan a opinar que yo sobrestimo la contribución etiológica de los factores sexuales, y me preguntan por qué excitaciones anímicas de otra índole no habrían de dar ocasión también a los descritos fenómenos de la represión y la formación sustitutiva. Ahora bien, yo puedo responder: No sé por qué no habrían de hacerlo, y no tengo nada que oponer a ello; pero la experiencia muestra que no poseen esa significación, que a lo sumo respaldan el efecto de los factores sexuales, mas sin poder sustituirlos nunca. Es que yo no he postulado teóricamente ese estado de las cosas; en los Estudios sobre la histeria, que en colaboración con el doctor Josef Breuer publiqué en 1895, yo aún no sostenía ese punto de vista: debí abrazarlo cuando mis experiencias se multiplicaron y penetraron con mayor profundidad en el asunto. Señores: Aquí, entre ustedes, se encuentran algunos de mis más cercanos amigos y seguidores, que me han acompañado en este viaje a Worcester. Indáguenlos, y se enterarán de que todos ellos descreyeron al comienzo por completo de esta tesis sobre la significación decisiva de la etiología sexual, hasta que sus propios empeños analíticos los compelieron a hacerla suya.

El convencimiento acerca de la justeza de la tesis en cuestión no es en verdad facilitado por el comportamiento de los pacientes. En vez de ofrecer de buena gana las noticias sobre su vida sexual, por todos los medios procuran ocultarlas. Los hombres no son en general sinceros en asuntos sexuales. No muestran con franqueza su sexualidad, sino que gastan una espesa bata hecha de... tejido de embuste para esconderla, como si hiciera mal tiempo en el mundo de la sexualidad. Y no andan descaminados; en nuestro universo cultural ni el sol ni el viento son propicios para el quehacer sexual; en verdad, ninguno de nosotros puede revelar francamente su erotismo a los otros. Pero una vez que los pacientes de ustedes reparan en que pueden hacerlo sin embarazo en el tratamiento, se quitan esa cáscara de embuste y sólo entonces están ustedes en condiciones de formarse un juicio sobre el problema en debate. Por desdicha, tampoco los médicos gozan de ningún privilegio sobre las demás criaturas en su personal relación con las cuestiones de la vida sexual, y muchos de ellos se encuentran prisioneros de esa unión de gazmoñería y concupiscencia que gobierna la conducta de la mayoría de los «hombres de cultura» en materia de sexualidad.

Permítanme proseguir ahora con la comunicación de nuestros resultados. En otra serie de casos, la exploración psicoanalítica no reconduce los síntomas, es cierto, a vivencias sexuales, sino a unas traumáticas, triviales. Pero esta diferenciación pierde valor por otra circunstancia. El trabajo de análisis requerido para el radical esclarecimiento y la curación definitiva de un caso clínico nunca se detiene en las vivencias de la época en que se contrajo la enfermedad, sino que se remonta siempre hasta la pubertad y la primera infancia del enfermo, para tropezar, sólo allí, con las impresiones y sucesos que comandaron la posterior contracción de la enfermedad. Unicamente las vivencias de la infancia explican la susceptibilidad para posteriores traumas, y sólo descubriendo y haciendo concientes estas huellas mnémicas por lo común olvidadas conseguimos el poder para eliminar los síntomas. Llegamos aquí al mismo resultado que en la exploración de los sueños, a saber, que las reprimidas, imperecederas mociones de deseo de la infancia son las que han prestado su poder a la formación de síntoma, sin lo cual la reacción frente a traumas posteriores habría discurrido por caminos normales. Pues bien, estamos autorizados a calificar de sexuales a todas esas poderosas mociones de deseo de la infancia.

Ahora con mayor razón estoy seguro de que se habrán asombrado ustedes. « ¿Acaso existe una sexualidad infantil? », preguntarán; «¿No es la niñez más bien el período de la vida caracterizado por la ausencia de la pulsión sexual?». No, señores míos; ciertamente no ocurre que la pulsión sexual descienda sobre los niños en la pubertad como, según el Evangelio, el Demonio lo hace sobre las marranas. El niño tiene sus pulsiones y quehaceres sexuales desde el comienzo mismo, los trae consigo al mundo, y desde ahí, a través de un significativo desarrollo, rico en etapas, surge la llamada sexualidad normal del adulto. Ni siquiera es difícil observar las exteriorizaciones de ese quehacer sexual infantil; más bien hace falta un cierto arte para omitirlas o interpretarlas erradamente.

Por un favor del destino estoy en condiciones de invocar para mis tesis un testimonio originario del medio de ustedes. Aquí les muestro el trabajo de un doctor Sanford Bell, publicado en la American Journal of Psychology en 1902. El autor es miembro de la Clark University, el mismo instituto en cuyo salón de conferencias nos encontramos. En este trabajo, titulado «A Preliminary Study of the Emotion of Love between the Sexes» y aparecido tres años antes de mis Tres ensayos de teoría sexual [ 1905d], el autor dice exactamente lo que acabo de exponerles: «The emotion of sex-love ( ... ) does not make its appearance for the first time at the period of adolescence, as has been thought». (ver nota) Como diríamos en Europa, él trabajó al estilo norteamericano, reuniendo no menos de 2.500 observaciones positivas en el curso de 15 años, de las que 800 son propias. Acerca de los signos por los que se dan a conocer esos enamoramientos, expresa: «Tbe unprejudiced mind, in observing these manifestations in hundreds of couples of children, cannot escape referring them to sex origin. The most exacting mind is satisfied when to these observations are added the confessions of those who have, as children, experienced the emotion to a marked degree of intensity, and whose memories ol childhood are relatively distinct». (ver nota) Pero lo que más sorprenderá a aquellos de ustedes que no quieran creer en la sexualidad infantil será enterarse de que, entre estos niños tempranamente enamorados, no pocos se encuentran en la tierna edad de tres, cuatro y cinco años.

No me extrañaría que creyeran ustedes más en estas observaciones de su compatriota que en las mías. Hace poco yo mismo he tenido la suerte de obtener un cuadro bastante completo de las exteriorizaciones pulsionales somáticas y de las producciones anímicas en un estadio temprano de la vida amorosa infantil, por el análisis de un varoncito de cinco años, aquejado de angustia, que su propio padre emprendió con él siguiendo las reglas del arte. (ver nota) Y puedo recordarles que hace pocas horas mi amigo, el doctor Carl G. Jung, les expuso en esta misma sala la observación de una niña aún más pequeña, que a raíz de igual ocasión que mi paciente -el nacimiento de un hermanito- permitió colegir con certeza casi las mismas mociones sensuales, formaciones de deseo y de complejo. (ver nota) No desespero, pues, de que se reconcilien ustedes con esta idea, al comienzo extraña, de la sexualidad infantil; quiero ponerles aún por delante el ejemplo de Eugen Bleuler, psiquiatra de Zurich, quien hace apenas unos años manifestaba públicamente «no entender mis teorías sexuales», y desde entonces ha corroborado la sexualidad infantil en todo su alcance por sus propias observaciones. (ver nota)

Es fácil de explicar el hecho de que la mayoría de los hombres, observadores médicos u otros, no quieran saber nada de la vida sexual del niño. Bajo la presión de la educación para la cultura han olvidado su propio quehacer sexual infantil y ahora no quieren que se les recuerde lo reprimido. Obtendrían otros convencimientos si iniciaran la indagación con un autoanálisis, una revisión e interpretación de sus recuerdos infantiles.

Abandonen la duda y procedan conmigo a una apreciación de la sexualidad infantil desde los primeros años de vida. (ver nota)

La pulsión sexual del niño prueba ser en extremo compuesta, admite una descomposición en muchos elementos que provienen de diversas fuentes. Sobre todo, es aún independiente de la función de la reproducción, a cuyo servicio se pondrá más tarde. Obedece a la ganancia de diversas clases de sensación placentera, que, de acuerdo con ciertas analogías y nexos, reunimos bajo el título de placer sexual. La principal fuente del placer sexual infantil es la apropiada excitación de ciertos lugares del cuerpo particularmente estimulables: además de los genitales, las aberturas de la boca, el ano y la uretra, pero también la piel y otras superficies sensibles. Como en esta primera fase de la vida sexual infantil la satisfacción se halla en el cuerpo propio y prescinde de un objeto ajeno, la llamamos, siguiendo una expresión acuñada por Havelock Ellis, la fase del autoerotismo. Y denominamos «zonas erógenas» a todos los lugares significativos para la ganancia de placer sexual. El chupetear o mamar con fruición de los pequeñitos es un buen ejemplo de una satisfacción autoerótica de esa índole, proveniente de una zona erógena; el primer observador científico de este fenómeno, un pediatra de Budapest de nombre Lindner, ya lo interpretó correctamente como una satisfacción sexual y describió de manera exhaustiva su paso a otras formas, superiores, del quehacer sexual. (ver nota) Otra satisfacción sexual de esta época de la vida es la excitación masturbatoria de los genitales, que tan grande significación adquiere para la vida posterior y que muchísimos individuos nunca superan del todo. junto a estos y otros quehaceres autoeróticos, desde muy temprano se exteriorizan en el niño aquellos componentes pulsionales del placer sexual, o, como preferiríamos decir, de la libido, que tienen por premisa una persona ajena en calidad de objeto. Estas pulsiones se presentan en pares de opuestos, como activas y pasivas; les menciono los exponentes más importantes de este grupo: el placer de infligir dolor (sadismo) con su correspondiente {Gegenspiel} pasivo (masoquismo), y el placer de ver activo y pasivo; del primero de estos últimos se ramifica más tarde el apetito de saber, y del segundo, el esfuerzo que lleva a la exhibición artística y actoral. Otros quehaceres sexuales del niño caen ya bajo el punto de vista de la elección de objeto, cuyo asunto principal es una persona ajena que debe su originario valor a unos miramientos de la pulsión de autoconservación. Ahora bien, la diferencia de los sexos no desempeña todavía, en este período infantil, ningún papel decisivo; así, pueden ustedes atribuir a todo niño, sin hacerle injusticia, una cierta dotación homosexual.

Esta vida sexual del niño, abigarrada, rica, pero disociada, en que cada una de las pulsiones se procura su placer con independencia de todas las otras, experimenta una síntesis y una organización siguiendo dos direcciones principales, de suerte que al concluir la época de la pubertad las más de las veces queda listo, plasmado, el carácter sexual definitivo del individuo. Por una parte, las pulsiones singulares se subordinan al imperio de la zona genital, por cuya vía toda la vida sexual entra al servicio de la reproducción, y la satisfacción de aquellas conserva un valor sólo como preparadora y favorecedora del acto sexual en sentido estricto. Por otra parte, la elección de objeto esfuerza hacia atrás al autoerotismo, de modo que ahora en la vida amorosa todos los componentes de la pulsión sexual quieren satisfacerse en la persona amada. Pero no a todos los componentes pulsionales originarios se les permite participar en esta conformación definitiva de la vida sexual. Aún antes de la pubertad se imponen, bajo el influjo de la educación, represiones en extremo enérgicas de ciertas pulsiones, y se establecen poderes anímicos, como la vergüenza, el asco, la moral, que las mantienen a modo de unos guardianes. Cuando luego, en la pubertad, sobreviene la marea de la necesidad sexual, halla en esas formaciones anímicas reactivas o de resistencia unos diques que le prescriben su discurrir por los caminos llamados normales y le imposibilitan reanimar las pulsiones sometidas a la represión. Son sobre todo las mociones placenteras coprófilas de la infancia, vale decir las que tienen que ver con los excrementos, las afectadas de la manera más radical por la represión; además, la fijación a las personas de la elección primitiva de objeto.

Señores: Una proposición de la patología general nos dice que todo proceso de desarrollo conlleva los gérmenes de la predisposición patológica, pues puede ser inhibido, retardado, o discurrir de manera incompleta. Lo mismo es válido para el tan complejo desarrollo de la función sexual. No todos los individuos lo recorren de una manera tersa, y entonces deja como secuela o bien anormalidades o unas predisposiciones a contraer enfermedad más tarde por el camino de la involución (regresión). Puede suceder que no todas las pulsiones parciales se sometan al imperio de la zona genital; si una de aquellas pulsiones ha permanecido independiente, se produce luego lo que llamamos una perversión y que puede sustituir la meta sexual normal por la suya propia. Dijimos ya que es harto frecuente que el autoerotismo no se supere del todo, de lo cual son testimonio después las más diversas perturbaciones. La igual valencia originaria de ambos sexos como objetos sexuales puede conservarse, de lo cual resulta en la vida adulta una inclinación al quehacer homosexual, que en ciertas circunstancias puede acrecentarse hasta la homosexualidad exclusiva. Esta serie de perturbaciones corresponde a las inhibiciones directas en el desarrollo de la función sexual; comprende las perversiones y el no raro infantilismo general de la vida sexual.

La predisposición a las neurosis deriva de diverso modo de un deterioro en el desarrollo sexual. Las neurosis son a las perversiones como lo negativo a lo positivo: en ellas se rastrean, como portadores de los complejos y formadores de síntoma, los mismos componentes pulsionales que en las perversiones, pero producen sus efectos desde lo inconciente; por tanto, han experimentado una represión, pero, desafiándola, pudieron afirmarse en lo inconciente. El psicoanálisis nos permite discernir que una exteriorización hiper-intensa de estas pulsiones en épocas muy tempranas lleva a una suerte de fijación parcial que en lo sucesivo constituye un punto débil dentro de la ensambladura de la función sexual. Sí el ejercicio de la función sexual normal en la madurez tropieza con obstáculos, se abrirán brechas en la represión {esfuerzo de desalojo y suplantación} de esa época de desarrollo justamente por los lugares en que ocurrieron las fijaciones infantiles.

Ahora quizá objeten ustedes: Pero no todo eso es sexualidad. Yo uso esa expresión en un sentido mucho más lato que aquel al que ustedes están habituados a entenderla. Se los concedo. Pero cabe preguntar si no sucede más bien que ustedes la emplean en un sentido demasiado estrecho cuando la limitan al ámbito de la reproducción. Así sacrifican la comprensión de las perversiones, el nexo entre perversión, neurosis y vida sexual normal, y se incapacitan para discernir en su verdadero significado los comienzos, fáciles de observar, de la vida amorosa somática y anímica de los niños. Pero cualquiera que sea la decisión de ustedes sobre el uso de esa palabra, retengan que el psicoanalista entiende la sexualidad en aquel sentido pleno al que uno se ve llevado por la apreciación de la sexualidad infantil.

Volvamos otra vez sobre el desarrollo sexual del niño. Nos resta mucho por pesquisar porque habíamos dirigido nuestra atención más a las exteriorizaciones somáticas que a las anímicas de la vida sexual, La primitiva elección de objeto del niño, que deriva de su necesidad de asistencia, reclama nuestro ulterior interés. Primero apunta a todas las personas encargadas de su crianza, pero ellas pronto son relegadas por los progenitores. El vínculo del niño con ambos en modo alguno está exento de elementos de coexcitación sexual, según el testimonio coincidente de la observación directa del niño y de la posterior exploración analítica. El niño toma a ambos miembros de la pareja parental, y sobre todo a uno de ellos, como objeto de sus deseos eróticos. Por lo común obedece en ello a una incitación de los padres mismos, cuya ternura presenta los más nítidos caracteres de un quehacer sexual, si bien inhibido en sus metas. El padre prefiere por regla general a la hija, y la madre al hijo varón; el niño reacciona a ello deseando, el hijo, reemplazar al padre, y la hija, a la madre. Los sentimientos que despiertan en estos vínculos entre progenitores e hijos, y en los recíprocos vínculos entre hermanos y hermanas, apuntalados en aquellos, no son sólo de naturaleza positiva y tierna, sino también negativa y hostil. El complejo así formado está destinado a una pronta represión, pero sigue ejerciendo desde lo inconciente un efecto grandioso y duradero. Estamos autorizados a formular la conjetura de que con sus ramificaciones constituye el complejo nuclear de toda neurosis, y estamos preparados para tropezar con su presencia, no menos eficaz, en otros campos de la vida anímica. El mito del rey Edipo, que mata a su padre y toma por esposa a su madre, es una revelación, muy poco modificada todavía, del deseo infantil, al que se le contrapone luego el rechazo de la barrera del incesto. El Hamlet de Shakespeare se basa en el mismo terreno del complejo incestuoso, mejor encubierto. (ver nota)

Hacia la época en que el niño es gobernado por el complejo nuclear no reprimido todavía, una parte significativa de su quehacer intelectual se pone al servicio de los intereses sexuales. Empieza a investigar de dónde vienen los niños y, valorando los indicios que se le ofrecen, colige sobre las circunstancias efectivas más de lo que los adultos sospecharían. Por lo común, la amenaza material que le significa un hermanito, en el que ve al comienzo sólo al competidor, despierta su interés de investigación. Bajo el influjo de las pulsiones parciales activas dentro de él mismo, alcanza cierto número de teorías sexuales infantiles. Por ejemplo, que ambos sexos poseen el mismo genital masculino, que los niños se conciben por el comer y se paren por el recto, y que el comercio entre los sexos es un acto hostil, una suerte de sometimiento. Pero justamente la inmadurez de su constitución sexual y la laguna en sus noticias que le provoca la latencia del canal sexual femenino constriñen al investigador infantil a suspender su trabajo por infructuoso. El hecho de esta investigación infantil, así como las diversas teorías sexuales que produce, conservan valor determinante para la formación de carácter del niño y el contenido de su eventual neurosis posterior.

Es inevitable y enteramente normal que el niño convierta a sus progenitores en objetos de su primera elección amorosa. Pero su libido no debe permanecer fijada a esos objetos primeros, sino tomarlos luego como unos meros arquetipos y deslizarse hacia personas ajenas en la época de la elección definitiva de objeto. El desasimiento del niño respecto de sus padres se convierte así en una tarea insoslayable si es que no ha de peligrar la aptitud social del joven.

Durante la época en que la represión selecciona entre las pulsiones parciales, y luego, cuando debe ser mitigado el influjo de los padres, que había costeado lo sustancial del gasto de esas represiones, incumben al trabajo pedagógico unas tareas que en el presente no siempre se tramitan de manera inteligente e inobjetable.

Señoras y señores: No juzguen que con estas elucidaciones sobre la vida sexual y el desarrollo psicosexual del niño nos hemos alejado demasiado del psicoanálisis y su tarea de eliminar perturbaciones neuróticas. Si ustedes quieren, pueden caracterizar al tratamiento psicoanalítico sólo como una educación retomada para superar restos infantiles.

lunes, 27 de junio de 2016

Sueño: La inyección de Irma ("La interpretación de los sueños" de Sigmund Freud)

LA INYECCION DE IRMA (en la “La interpretación de los sueños” de Sigmund Freud)

1)      Información preliminar
 A principios del verano de 1895 sometí al tratamiento psicoanalítico a una señora joven, a la que tanto yo como todos los míos profesábamos una cariñosa amistad. La mezcla de esta relación amistosa con la profesional constituye siempre para el médico -y mucho más para el psicoterapeuta- un inagotable venero de inquietudes. Su interés personal aumenta y, en cambio, disminuye su autoridad. Un fracaso puede enfriar la antigua amistad que le une a los familiares del enfermo. En este caso terminó la cura con un éxito parcial: la paciente quedó libre de su angustia histérica, pero no de todos sus síntomas somáticos. No me hallaba yo por aquel entonces completamente seguro del criterio que debía seguirse para dar un fin definitivo al tratamiento de una histeria, y propuse a la paciente una solución que le pareció inaceptable. Llegaba la época del veraneo, hubimos de interrumpir el tratamiento en tal desacuerdo. Así las cosas, recibí la visita de un joven colega y buen amigo mío que había visto a Irma -mi paciente- y a su familia en su residencia veraniega. Al preguntarle yo cómo había encontrado a la enferma, me respondió: «Está mejor, pero no del todo.» Sé que estas palabras de mi amigo Otto, o quizá el tono en que fueron pronunciadas, me irritaron. Creí ver en ellas el reproche de haber prometido demasiado a la paciente, y atribuí -con razón o sin ella- la supuesta actitud de Otto en contra mía a la influencia de los familiares de la enferma, de los que sospechaba no ver con buenos ojos el tratamiento. De todos modos, la penosa sensación que las palabras de Otto despertaron en mí no se me hizo muy clara ni precisa, y me abstuve de exteriorizarla. Aquella misma tarde redacté por escrito el historial clínico de Irma con el propósito de enviarlo -como para justificarme- al doctor M., entonces la personalidad que solía dar el tono en nuestro círculo. En la noche inmediata, más bien a la mañana, tuve el siguiente sueño, que senté por escrito al despertar y que es el primero que sometí a una minuciosa interpretación.

2)      Sueño del 23-24 de julio de 1895.
En un amplio hall. Muchos invitados, a los que recibimos. Entre ellos, Irma, a la que me acerco en seguida para contestar, sin pérdida de momento, a su carta y reprocharle no haber aceptado aún la «solución». Le digo: «Si todavía tienes dolores es exclusivamente por tu culpa.» Ella me responde: «¡Si supieras qué dolores siento ahora en la garganta, el vientre y el estómago!... ¡Siento una opresión!...» Asustado, la contemplo atentamente. Está pálida y abotagada. Pienso que quizá me haya pasado inadvertido algo orgánico. La conduzco junto a una ventana y me dispongo a reconocerle la garganta. Al principio se resiste un poco, como acostumbran hacerlo en estos casos las mujeres que llevan dentadura postiza. Pienso que no la necesita. Por fin, abre bien la boca, y veo a la derecha una gran mancha blanca, y en otras partes, singulares escaras grisáceas, cuya forma recuerda al de los cornetes de la nariz. Apresuradamente llamo al doctor M., que repite y confirma el reconocimiento... El doctor M. presenta un aspecto muy diferente al acostumbrado: está pálido, cojea y se ha afeitado la barba... Mi amigo Otto se halla ahora a su lado, y mi amigo Leopoldo percute a Irma por encima de la blusa y dice: «Tiene una zona de macidez abajo, a la izquierda, y una parte de la piel, infiltrada, en el hombro izquierdo» (cosa que yo siento como él, a pesar del vestido). M. dice: «No cabe duda, es una infección. Pero no hay cuidado; sobrevendrá una disentería y se eliminará el veneno...» Sabemos también inmediatamente de qué procede la infección. Nuestro amigo Otto ha puesto recientemente a Irma, una vez que se sintió mal, una inyección con un preparado a base de propil, propilena..., ácido propiónico.... trimetilamina (cuya fórmula veo impresa en gruesos caracteres). No se ponen inyecciones de este género tan ligeramente... Probablemente estaría además sucia la jeringuilla. Este sueño presenta, con respecto a otros muchos, una ventaja; revela en seguida claramente a qué sucesos del último día se halla enlazado y cuál es el tema de que se trata. Las noticias que Otto me dio sobre el estado de Irma y el historial clínico, en cuya redacción trabajé hasta muy entrada la noche, han seguido ocupando mi actividad anímica durante el reposo. Sin embargo, por la información preliminar que antecede y por el contenido del sueño, nadie podría sospechar lo que el mismo significa. Yo mismo no lo sé todavía. Me asombran los síntomas patológicos de que Irma se queja en el sueño, pues no son los mismos por los que hube de someterla a tratamiento. La desatinada idea de administrar a un enfermo una inyección de ácido propiónico, y las palabras consoladoras del doctor M. me mueven a risa. El sueño se muestra hacia su fin más oscuro y comprimido que en su principio. Para averiguar su significado habré de someterlo a un penetrante y minucioso análisis.

3)      Análisis
      Un amplio «hall»; muchos invitados, a los que recibimos. Durante este verano vivíamos en una villa, denominada «Bellevue», y situada sobre una de las colinas próximas a Kahlenberg. Esta villa había sido destinada anteriormente a casino, y tenía, por tanto, habitaciones de amplitud superior a la corriente. Mi sueño se desarrolló hallándome en «Bellevue», y pocos días antes del cumpleaños de mi mujer. En la tarde que le precedió había expresado mi mujer la esperanza de que para su cumpleaños vinieran a comer con nosotros algunos amigos, Irma entre ellos. Así, pues, mi sueño anticipa esta situación. Es el día del cumpleaños de mi mujer, y recibimos en el gran hall de «Bellevue» a nuestros numerosos invitados, entre los cuales se halla Irma. Reprocho a Irma no haber aceptado aún la «solución». Le digo: «Si todavía tienes dolores, es exclusivamente por tu culpa.» Esto mismo hubiera podido decírselo o se lo he dicho realmente en la vida despierta. Por aquel entonces tenía yo la opinión (que luego hube de reconocer equivocada) de que mi labor terapéutica quedaba terminada con la revelación al enfermo del oculto sentido de sus síntomas. Que el paciente aceptara luego o no esta solución -de lo cual depende el éxito o el fracaso del tratamiento- era cosa por la que no podía exigírseme responsabilidad alguna. A este error, felizmente rectificado después, le estoy, sin embargo, agradecido, pues me simplificó la existencia en una época en la que, a pesar de mi inevitable ignorancia, debía obtener resultados curativos. Pero en la frase que a Irma dirijo en mi sueño advierto que ante todo no quiero ser responsable de los dolores que aún la aquejan. Si Irma tiene exclusivamente la culpa de padecerlos todavía, no puede hacérseme responsable de ellos. ¿Habremos de buscar en esta dirección el propósito del sueño? Irma se queja de dolores en la garganta, el vientre y el estómago, y de una gran opresión. Los dolores de estómago pertenecían al complejo de síntomas de mi paciente, pero no fueron nunca muy intensos. Más bien se quejaba de sensaciones de malestar y repugnancia. La opresión o el dolor de garganta y los dolores de vientre apenas si desempeñaban papel alguno en su enfermedad. Me asombra, pues, la elección de síntomas realizada en mi sueño y no me es posible hallar por el momento razón alguna determinante. Está pálida y abotagada. Mi paciente presenta siempre, por el contrario, una rosada coloración. Sospecho que se ha superpuesto aquí a ella una tercera persona. Pienso, con temor, que quizá me haya pasado inadvertida una afección orgánica. Como fácilmente puede comprenderse, es éste un temor constante del especialista que apenas ve enfermos distintos de los neuróticos y se halla habituado a atribuir a la histeria un gran número de fenómenos que otros médicos tratan como de origen orgánico. Por otro lado, se me insinúan -no sé por qué- ciertas dudas sobre la sinceridad de mi alarma. Si los dolores de Irma son de origen orgánico, no me hallo obligado a curarlos. Mi tratamiento no suprime sino los dolores histéricos. Parece realmente como si desease hubiera existido un error en el diagnóstico, pues entonces no se me podría reprochar fracaso alguno. La conduzco junto a una ventana y me dispongo a reconocerle la garganta. Al principio se resiste un poco, como acostumbran hacerlo en estos casos las mujeres que llevan dentadura postiza. Pienso que nolo necesita. No he tenido nunca ocasión de reconocer la cavidad bucal de Irma. El suceso del sueño me recuerda el reciente reconocimiento de una institutriz, que me había hecho al principio una impresión de juvenil belleza, y que luego, al abrir la boca, intentó ocultar que llevaba dentadura postiza. A este caso se enlazan otros recuerdos de reconocimientos profesionales y de pequeños secretos, descubiertos durante ellos para confusión de médico y enfermo. Mi pensamiento de que Irma no necesita dentadura postiza es, en primer lugar, una galantería para con nuestra amiga, pero sospecho que encierra aún otro significado distinto. En un atento análisis nos damos siempre cuenta de si hemos agotado o no los pensamientos ocultos buscados. La actitud de Irma junto a la ventana me recuerda de repente otro suceso. Irma tiene una íntima amiga, a la que estimo altamente. Una tarde que fui a visitarla, la encontré al lado de la ventana en la actitud que mi sueño reproduce, y su médico, el mismo doctor M., me comunicó que al reconocerle la garganta había descubierto una placa de carácter diftérico. La persona del doctor M. y la placa diftérica retornan en la continuación del sueño. Recuerdo ahora que en los últimos meses he tenido razones suficientes para sospechar que también esta señora padece de histeria. Irma misma me lo ha revelado. Pero ¿qué es lo que de sus síntomas conozco? Precisamente que sufre de opresión histérica de la garganta, como la Irma de mi sueño. Así, pues, he sustituido en éste a mi paciente por su amiga. Ahora recuerdo que he acariciado varias veces la esperanza de que también esta señora se confiase a mis cuidados profesionales; pero siempre he acabado por considerarlo improbable, pues es persona de carácter muy retraído. Se resiste a la intervención médica, como Irma en mi sueño. Otra explicación sería la de que no lo necesita, pues hasta ahora se ha mostrado suficientemente enérgica para dominar sin auxilio ajeno sus trastornos. Quedan ya tan sólo algunos rasgos que no me es posible adjudicar a Irma ni a su amiga: la palidez, el abotagamiento y la dentadura postiza. Esta última despertó en mí el recuerdo de la institutriz antes citada. A continuación se me muestra otra persona, a la que los rasgos restantes podrían aludir. No la cuento tampoco entre mis pacientes, ni deseo que jamás lo sea, pues se avergüenza ante mí, y no la creo una enferma dócil. Generalmente, se halla pálida, y en temporada que gozó de excelente salud engordó hasta parecer abotagada . Por tanto, he comparado a Irma con otras dos personas que se resistirán igualmente al tratamiento. ¿Qué sentido puede tener el haberla sustituido por su amiga en mi sueño? Quizá el de que deseo realmente una tal sustitución, por serme esta señora más simpática o porque tengo una más alta idea de su inteligencia. Resulta, en efecto, que Irma me parece ahora ininteligente por no haber aceptado mi solución. La otra, más lista, cedería antes. Por fin abre bien la boca; la amiga de Irma me relataría sus pensamientos con más sinceridad y menor resistencia que aquélla . En la garganta veo una mancha blanca y escaras de forma semejante a los cornetes de la nariz. La mancha blanca me recuerda la difteria y, por tanto, a la amiga de Irma, y, además, la grave enfermedad de mi hija mayor, hace ya cerca de dos años, y todos los sobresaltos de aquella triste época. Las escaras que cubren las conchas nasales aluden a una preocupación mía sobre mi propia salud. En esta época solía tomar con frecuencia cocaína para aliviar una molesta rinitis, y había oído decir pocos días antes que una paciente, queusaba este mismo medio, se había provocado una extensa necrosis de la mucosa nasal. La prescripción de la cocaína para estos casos, dada por mí en 1885, me ha atraído severos reproches. Un querido amigo mío, muerto ya en 1885, apresuró su fin por el abuso de este medio. Apresuradamente llamo al doctor M., que repite el reconocimiento. Esto correspondería sencillamente a la posición que M. ocupaba entre nosotros. Pero «mi apresuramiento» es lo bastante singular para exigir una especial explicación. Evoca en mí el recuerdo de un triste suceso profesional. Por la continuada prescripción de una sustancia que por entonces se creía aún totalmente innocua (sulfonal) provoqué una vez una grave intoxicación en una paciente, teniendo que acudir en busca de auxilio a la mayor experiencia de mi colega el doctor M., más antiguo que yo en el ejercicio profesional. Otras circunstancias accesorias prueban que es éste realmente el suceso a que en mi sueño me refiero. La enferma, que sucumbió a la intoxicación, llevaba el mismo nombre que mi hija mayor. Hasta el momento no se me había ocurrido pensar en ello, pero ahora se me aparece este suceso como una represalia del Destino y como si la sustitución de personas hubiera de proseguir aquí en un distinto sentido: esta Matilde por aquella Matilde; ojo por ojo y diente por diente. Parece como si fuera buscando todas aquellas ocasiones por las que me puedo reprochar una insuficiente conciencia profesional. El doctor M. está pálido, se ha quitado la barba y cojea. Lo que de verdad entraña esta parte del sueño se reduce a que el doctor M. presenta a veces tan mal aspecto, que llega a inquietar a sus amigos. Los dos caracteres restantes deben de pertenecer a otras personas. Recuerdo ahora a mi hermano mayor, residente en el extranjero, que llevaba el rostro afeitado y al que, si no me equivoco, se parecía extraordinariamente el doctor M. de mi sueño. Hace algunos días nos llegó la noticia de que un ataque de artritismo a la cadera le hacía cojear un poco. Tiene que existir una razón que me haya hecho confundir en mi sueño a ambas personas en una sola. Recuerdo, en efecto, que me hallo irritado contra ambas por algún motivo: el de haber rechazado una proposición que recientemente les hice. Mi amigo Otto se halla ahora al lado de la enferma, y mi amigo Leopoldo la percute y descubre una zona de macidez abajo, a la izquierda. Leopoldo es también médico y, además, pariente de Otto. El Destino los ha convertido en competidores, pues ejercen igual especialidad y se los compara constantemente entre sí. Ambos han trabajado conmigo durante varios años, mientras fui director de un consultorio público para niños neuróticos, y con gran frecuencia se desarrollan durante esta época escenas como la que mi sueño reproduce. Mientras yo discutía con Otto sobre el diagnóstico de un caso, había Leopoldo reconocido de nuevo al niño y nos aportaba un inesperado dato decisivo. Entre Otto y Leopoldo existe una fundamental diferencia de carácter. El primero sobresalía por su rapidez de concepción, mientras que el segundo era más lento, pero también más cuidadoso y concienzudo. Si en mi sueño coloco frente a frente a Otto y al prudente Leopoldo, ello es claramente para hacer resaltar al segundo. Trátase de una comparación análoga a la que anteriormente efectué entre Irma, paciente nada dócil, y su amiga, a la que tengo por más inteligente. Advierto también ahora una de las vías sobre la que se desplaza la asociación de pensamientos en el sueño, y que va desde la niña enferma al consultorio para niños enfermos. La zona de macidez, abajo, a la izquierda, me hace la impresión de corresponder en todos sus detalles a un caso en el que me admiró la concienzuda seguridad de LeopoldoPor otra parte, surge en mí vagamente la idea de algo como una afección metastásica; pero pudiera también ser una relación con la paciente que desearía sustituyera a Irma. Esta señora simula, en efecto, y por lo que he podido observar, una tuberculosis. Una parte de la piel, infiltrada en el hombro izquierdo. Caigo inmediatamente en que se trata de mis propios dolores reumáticos en el hombro, dolores que se hacen sentir siempre que permanezco en vela hasta altas horas de la noche. La letra del sueño confirma esta interpretación, mostrándose aquí un tanto equívoca; ... cosa que ya siento como él; esto es, que siento en mi propio cuerpo. Además, extraño los términos, nada habituales: «Una parte de la piel infiltrada.» A la frase «una infiltración posterosuperior izquierda» estamos acostumbrados. Esta frase se referiría al pulmón, y con ello nuevamente a la tuberculosis. A pesar del vestido. Esto no es, desde luego, sino una interpolación accesoria. En el consultorio acostumbrábamos, como es natural, hacer desnudar a los niños para reconocerlos; detalle que se opone aquí a la forma en que hemos de reconocer a nuestras pacientes adultas. De un excelente clínico solía referirse que nunca reconoció a sus enfermas sino por encima de los vestidos; a partir de aquí se oscurecen mis ideas, o dicho francamente, no me siento inclinado a profundizar más en esta cuestión. El doctor M. dice: «No cabe duda; es una infección. Pero no hay cuidado; sobrevendrá una disentería y se eliminará el veneno.» Todo esto me parece al principio absolutamente ridículo; mas, sin embargo, habré de someterlo, como los demás elementos del sueño, a un cuidadoso análisis. Lo que en la paciente he hallado es una difteritis local. De la época en que mi hija estuvo enferma, recuerdo la discusión sobre difteritis y difteria. Esta última sería la infección general, subsiguiente a la difteritis local. Así, pues, es una tal infección general lo que Leopoldo diagnostica al descubrir la zona de macidez, la cual hace pensar en un foco metastásico. Pero creo que precisamente en la difteria no se presentan jamás tales metástasis. Más bien me recuerdan una piemia. No hay cuidado. Es ésta una frase de aliento y consuelo, que, a mi juicio, se justifica en la forma siguiente: el fragmento onírico últimamente examinado pretende que los dolores de la paciente proceden de una grave afección orgánica. Sospecho que con esto no quiero sino alejar de mí toda culpa. El tratamiento psíquico no puede ser hecho responsable de la no curación de una difteritis. De todos modos, me avergüenza echar sobre Irma el peso de una tan grave enfermedad no más que para quedarme libre de todo reproche, y necesitando algo que me garantice un desenlace favorable, me parece de perlas poner las palabras de aliento en la boca del doctor M. Pero en este punto me coloco por encima del sueño, cosa que necesita explicación. Mas ¿por qué es este consuelo tan desatinado? Disentería. Una cualquiera representación teórica lejana de que los gérmenes patógenos pueden ser eliminados por el intestino. ¿Me propondré acaso burlarme así de la inclinación del doctor M. a explicaciones un tanto traídas por los cabellos y a singulares conexiones patológicas? La disentería evoca en mí otras ideas distintas. Hace pocos meses reconocí a un joven que padecía singulares trastornos intestinales y al que otros colegas habían tratado como un caso de «anemia con nutrición insuficiente». Comprobé que se trataba de un histérico, pero no quise ensayar en él mi psicoterapia, y le recomendé que hiciese un viaje por mar. Hace pocos días recibí desde Egipto una desesperada carta de este enfermo, en la que me comunicaba haber padecido un nuevo ataque, que el médico había diagnosticado de disentería. Sospecho,ciertamente, que este diagnóstico es un error de un ignorante colega, que se ha dejado engañar por una de las simulaciones de la histeria; pero de todos modos, no puedo por menos de reprocharme el haber expuesto a mi paciente a contraer, sobre su afección intestinal histérica, una afección orgánica. «Disentería» suena análogamente a «difteria», palabra que no aparece en el sueño. Habré realmente de aceptar que con el pronóstico optimista que en mi sueño pongo en boca del doctor M. no persigo sino burlarme de él, pues ahora recuerdo que hace años me relató él mismo, con grandes risas, una análoga historia. Había sido llamado a consultar con otro colega sobre un enfermo grave, y ante el optimismo del médico de cabecera hubo de señalarle la presencia de albúmina en la orina del paciente. «No hay cuidado -respondió el optimista-; la albúmina se eliminará por sí sola.» No cabe, pues, duda alguna de que esta parte de mi sueño entraña una burla hacia aquellos de mis colegas ignorantes de la histeria. Como para confirmarlo así, surge ahora en mi pensamiento la siguiente interrogación: ¿Sabe acaso el doctor M. que los fenómenos que su paciente -la amiga de Irma- presenta, y que hacen temer una tuberculosis, son de origen histérico? ¿Ha descubierto la histeria o se ha dejado burlar por ella? Mas ¿qué motivo puedo tener para tratar tan mal a un amigo? Muy sencillo. El doctor M. está tan poco conforme como Irma misma con la «solución» por mí propuesta. De este modo me he vengado ya en mi sueño de dos personas: de Irma, diciéndole que si aún tenía dolores era exclusivamente por su culpa, y del doctor M., con el desatinado pronóstico que pongo en sus labios. Sabemos inmediatamente de qué procede la infección. Este inmediato conocimiento en el sueño es algo muy singular. Un instante antes no sabíamos nada, pues la infección no fue descubierta hasta el reconocimiento efectuado por Leopoldo. Nuestro amigo Otto ha puesto recientemente a Irma, una vez que se sintió mal, una inyección. Otto me había referido realmente que durante su corta estancia en casa de la familia de Irma le llamaron del hotel próximo para poner una inyección a un individuo que se había sentido repentinamente enfermo. Las inyecciones me recuerdan de nuevo a aquel infeliz amigo mío que se envenenó con cocaína. Yo le había aconsejado el uso interno de esta sustancia únicamente durante una cura de desmorfinización, pero el desdichado comenzó a ponerse inyecciones de cocaína. Con un preparado a base de propil..., propilena..., ácido propiónico. ¿Cómo puede incluirse esto en mi sueño? Aquella misma tarde, después de la cual redacté por cierto el historial clínico de Irma y tuve el sueño que ahora me ocupa, abrió mi mujer una botella de licor, en cuya etiqueta se leía la palabra ananás (piña), y que nos había sido regalada por Otto. Tiene éste la costumbre de aprovechar toda ocasión que para hacer un regalo pueda presentársele; costumbre de la que es de esperar le cure algún día una mujer. Destapada la botella, emanaba del licor un tal olor amílico, que me negué a probarlo. Mi mujer propuso regalárselo a los criados; pero yo, más prudente, me opuse, observando humanitariamente que tampoco ellos debían envenenarse. El olor a amílico despertó en mí sin duda, el recuerdo de la serie química: amil, propil, metil, etc., y este recuerdo proporcionó al sueño el preparado a base de propil. De todos modos, he realizado aquí una sustitución. He soñado con el propil después de haber olido el amil, pero tales sustituciones se hallan quizá permitidas precisamente en la química orgánica. Trimetilamina. En mi sueño veo la fórmula química de esta sustancia, cosa que testimonia de un gran esfuerzo de mi memoria, y la veo impresa en gruesos caracteres, como si quisiera hacer resaltar su especial importancia dentro del contexto en que se halla incluida. ¿Adónde puede llevarme la trimetilamina sobre la cual es atraída mi atención en esta forma? A una conversación con otro amigo mío, que desde hace muchos años sabe de todos mis trabajos en preparación como yo de los suyos. Por aquella época me había comunicado ciertas ideas sobre una química sexual, y, entre otras, la de que la trimetilamina le parecía constituir uno de estos productos del metabolismo sexual. Este cuerpo me conduce, pues, a la sexualidad; esto es, a aquel factor al que adscribo la máxima importancia en la génesis de las afecciones nerviosas, cuya curación me propongo. Irma, mi paciente, es una joven viuda. Si me veo en la necesidad de disculpar el mal éxito de la cura en su caso, habré seguramente de alegar este hecho, al que sus amigos pondrían gustosos el remedio. Pero ¡observemos cuán singularmente construido puede hallarse un sueño! La otra señora, a la que yo quisiera tener como paciente en lugar de Irma, es también una joven viuda. Sospecho por qué la fórmula de la trimetilamina ha adquirido tanta importancia en el sueño. En esta palabra se acumula un gran número de cosas harto significativas. No sólo es una alusión al poderoso factor «sexualidad», sino también a una persona cuya aprobación recuerdo con agrado siempre que me siento aislado en medio de una opinión hostil o indiferente a mis teorías. Y este buen amigo mío, que tan importante papel desempeña en mi vida, ¿no habrá de intervenir aún más en el conjunto de ideas de mi sueño? Desde luego posee especialísimos conocimientos sobre las afecciones que se inician en la nariz o en las cavidades vecinas, y ha aportado a la Ciencia el descubrimiento de singularísimas relaciones de los cornetes nasales con los órganos sexuales femeninos. (Las tres escaras grisáceas que advierto en la garganta de Irma.) He hecho que reconociera a esta paciente para comprobar si los dolores de estómago que padecía podían ser de origen nasal. Pero se da el caso de que él mismo padece una afección nasal que me inspira algún cuidado. A esta afección alude, sin duda, la piemia, cuya duda surge en mí, asociada a la metástasis de mi sueño. No se ponen inyecciones de este género tan ligeramente. Acuso aquí, directamente, de ligereza a mi amigo Otto. Realmente creo haber pensado algo análogo la tarde anterior a mi sueño, cuando me pareció ver expresado en sus palabras o en su mirada un reproche contra mi actuación profesional con Irma. Mis pensamientos fueron, aproximadamente, como sigue: «¡Qué fácilmente se deja influir por otras personas, y cuán ligero es en sus juicios !» Esta parte del sueño alude, además, a aquel difunto amigo mío, que tan ligeramente se decidió a inyectarse cocaína. Como ya he indicado antes, al prescribirle el uso interno de esta sustancia no pensé jamás que pudiera administrársela en inyecciones. Al reprochar a Otto su ligereza en el empleo de ciertas sustancias químicas observo que rozo de nuevo la historia de aquella infeliz Matilde, de la que se deduce un análogo reproche para mí. Claramente se ve que reúno aquí ejemplos de mi conciencia profesional, pero también de todo lo contrario. Probablemente estaría, además, sucia la jeringuilla. Un nuevo reproche contra Otto, pero de distinta procedencia. Ayer encontré casualmente al hijo de una señora de ochenta y dos años, a la que administro diariamente dos inyecciones demorfina. En la actualidad se halla veraneando, y ha llegado hasta mí la noticia de que padece una flebitis. Inmediatamente pensé que debía tratarse de una infección provocada por falta de limpieza de la jeringuilla. Puedo vanagloriarme de no haber causado un solo accidente de este género en dos años que llevo tratándola a diario. Bien es verdad que la total asepsia de la jeringuilla constituye mi constante preocupación. En estas cosas soy siempre muy concienzudo. La flebitis me recuerda de nuevo a mi mujer, que padeció de esta enfermedad durante un embarazo. Después surge en mí el recuerdo de tres situaciones análogas, de las que fueron, respectivamente, protagonistas mi mujer, Irma y la difunta Matilde; situaciones cuya entidad es, sin duda alguna, lo que me ha permitido sustituir entre sí a estas tres personas en mi sueño. Aquí termina la interpretación emprendida. Durante ella me ha costado trabajo defenderme de todas las ocurrencias a las que tenía que incitarme la comparación del sentido del sueño con las ideas que tras él se ocultaban. El «sentido» del sueño ha surgido a mis ojos. He advertido una intención que el sueño realiza, y que ha tenido que constituir su motivo. El sueño cumple algunos deseos que los sucesos del día inmediatamente anterior (las noticias de Otto y la redacción del historial clínico) hubieron de despertar en mí. El resultado del sueño es, en efecto, que no soy yo, sino Otto, el responsable de los dolores de Irma. Otto me ha irritado con sus observaciones sobre la incompleta curación de Irma, y el sueño me venga de él, volviendo en contra suya sus reproches. Al mismo tiempo me absuelve de toda responsabilidad por el estado de Irma atribuyéndolo a otros factores, que expone como una serie de razonamientos, y presenta las cosas tal y como yo desearía que fuesen en la realidad. Su contenido es, por tanto, una realización de deseos, y su motivo, un deseo. Todo esto resulta evidente; pero también se nos hace comprensible, desde el punto de vista de la realización de deseos, una gran parte de los detalles del sueño. En éste me vengo de Otto no sólo por su parcialidad en el caso de Irma -atribuyéndole una ligereza en el ejercicio de su profesión (la inyección)-, sino también por la mala calidad de su licor, que apestaba a amílico, y hallo una expresión que reúne ambos reproches: una inyección con un preparado a base de propilena. Pero aún no me doy por satisfecho, y continúo mi venganza situándole frente a su competidor. De este modo me parece que le digo: «Leopoldo me inspira más estimación que tú.» Tampoco es Otto el único a quien hago sentir el peso de mi cólera. Me vengo también de mi indócil paciente, sustituyéndola por otra más inteligente y manejable. De igual modo no dejo pasar sin protesta la contradicción del doctor M., sino que, por medio de una transparente alusión, le expreso un juicio de que en este caso se ha conducido como un ignorante («sobrevendrá una disentería», etc.), y apelo contra él ante alguien en cuya ciencia fío más (ante aquel amigo mío que me habló de la trimetilamina), en la misma forma que apelo de Irma ante su amiga, y de Otto, ante Leopoldo. Anuladas las tres personas que me son contrarias, y sustituidas por otras tres de mi elección, quedo libre de los reproches que no quiero haber merecido. La falta de fundamento de estos reproches queda también amplia y minuciosamente demostrada en mi sueño. No me cabe responsabilidad alguna de los dolores de Irma, pues si continúa padeciéndolos es exclusivamente por su culpa al no querer aceptar mi solución. Tales dolores son de origen orgánico, no pueden ser curados por medio de un tratamiento psíquico, y, por tanto, nada tengo que ver en ellos. En tercer lugar, se explican satisfactoriamente por la viudez de Irma(¡trimetilamina!), cosa contra la cual nada me es posible hacer. Además, han sido provocados por una imprudente inyección que Otto le administró con una sustancia inadecuada, falta en la que jamás he incurrido. Por último, proceden de una inyección practicada con una jeringuilla sucia, como la flebitis de mi anciana paciente; complicación que nunca he acarreado a mis enfermos. Advierto, ciertamente, que estas explicaciones de los padecimientos de Irma no concuerdan entre sí, sino que se excluyen unas a otras. Toda mi defensa -que no otra cosa constituye este sueño- recuerda vivamente la de aquel individuo al que un vecino acusaba de haberle devuelto inservible un caldero que le había prestado, y que rechazaba tal acusación con las siguientes razones: «En primer lugar, le he devuelto el caldero completamente intacto; además, el caldero estaba ya agujereado cuando me lo prestó. Por último, jamás le he pedido prestado ningún caldero.» Las razones son contradictorias, pero bastará con que se aprecie una de ellas para declarar al individuo libre de toda culpa. En el sueño aparecen otros temas, cuya relación con mis descargos respecto a la enfermedad de Irma no se muestra tan transparente: la enfermedad de mi hija y la de una paciente de igual nombre; la toxicidad de la cocaína; la afección de mi paciente, residente en Egipto; mis preocupaciones sobre la salud de mi mujer, de mi hermano y del doctor M., mis propias dolencias, y el cuidado que me inspira la afección nasal de mi amigo ausente. Pero todo ello puede reunirse en un solo círculo de ideas, que podría rotularse: preocupaciones sobre la salud tanto ajena como propia, y conciencia profesional. Recuerdo haber experimentado una vaga sensación penosa cuando Otto me trajo la noticia del estado de Irma. Del círculo de ideas que intervienen en el sueño quisiera extraer ahora, a posteriori, la expresión que en él halla dicha fugitiva sensación. Es como si Otto me hubiera dicho: «No tomas suficientemente en serio tus deberes profesionales; no eres lo bastante concienzudo, y no cumples lo que prometes.» Ante este reproche se puso a mi disposición el círculo de ideas indicado para permitirme demostrar hasta qué punto soy un fiel cumplidor de mis deberes médicos y cuánto me intereso por la salud de mis familiares, amigos y pacientes. En este acervo de ideas aparecen singularmente algunos recuerdos penosos, pero todos ellos tienden más a apoyar las inculpaciones que sobre Otto acumulo que a mi propia defensa. El conjunto de pensamientos es impersonal, pero la conexión de este amplio material, sobre el que el sueño reposa, con el tema más restringido del mismo, que ha dado origen a mi deseo de no ser responsable del estado de Irma, no puede pasar inadvertida. De todos modos, no quiero afirmar haber descubierto por completo el sentido de este sueño ni que en su interpretación no existan lagunas. Podría aún dedicarle más tiempo, extraer de él nuevas aclaraciones y analizar nuevos enigmas, a cuyo planteamiento incita. Sé incluso cuáles son los puntos a partir de los cuales podríamos perseguir nuevas series de ideas, pero consideraciones especiales, que surgen de todo análisis de un sueño propio, me obligan a limitar la labor de interpretación. Aquellos que se precipiten a criticar una tal reserva pueden intentar ser más sinceros que yo. Por el momento me satisfaré con señalar un nuevo conocimiento que nuestro análisis nos ha revelado. Siguiendo el método de interpretación onírica aquí indicado, hallamos que el sueño tiene realmente un sentido, y no es en modo alguno, como pretenden los investigadores, la expresión de una actividad cerebral fragmentaria. Una vez llevada a cabo la interpretación completa de un sueño, se nos revela éste como una realización de deseos.