Fragmento de nota "Capitalismo y Sujeto" de Jorge Aleman (Diario Página12 -http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-308894-2016-09-08.html)
(…) Es un
hecho que actualmente la cuestión de la subjetividad se ha vuelto crucial en
todos los campos: se habla de la subjetivación de la política, se habla de
procesos subjetivos en tal o cual registro, se habla de dispositivos de
producción de la subjetividad. En fin, está a la orden del día el tema de la
subjetividad, por lo tanto más que nunca es muy importante considerar qué es lo
inapropiable para estos circuitos productores de subjetividad. Ahí es donde
entran las conjeturas sobre una izquierda lacaniana.
(…) Pensar lo inapropiable me parece una cuestión de primer grado,
una cuestión clave, diría, que es la condición de imposibilidad para pensar lo
político. No la política como gestión o como un subsistema de la realidad, o
como un modo óntico de decir las cosas; sino lo político en su condición de
institución de lo social. Y para ello es clave pensar lo que es inapropiable.
Es un hecho que Lacan, después del ‘68, entra veladamente en un
debate con Foucault sobre cómo considerar el tema de la subjetividad. Para los
foucaultianos, la subjetividad procede siempre de las construcciones históricas
del poder. Es decir, hay subjetividad porque los dispositivos de poder, sus
tecnologías, sus nuevos procedimientos, sus nuevos funcionamientos, producen
subjetividad. El primer hallazgo de Foucault es captar el problema de la
biopolítica –recuerden que para él el poder no es meramente represivo, sino que
tiene una faz más bien productiva–. El primer momento de Foucault, su momento
brillante, es cuando ve que van a aparecer los expertos, va a aparecer la
biopolítica, y toda la población se va a transformar en un objeto de saber de
los expertos. Pero luego vislumbra otro momento, que justo es en el final de su
vida, cuando hace su Seminario sobre liberalismo. Foucault ve que ya no se
trata sólo de la biopolítica, sino que se trata de fabricar subjetividades: que
el Neoliberalismo es una mutación del Capitalismo. Porque ya no se trata del
concepto de alienación en el sentido de Marx, donde hay una parte de sí mismo
extraña, que a través de una praxis uno puede recuperar, sino de algo mucho más
radical, más grave, que es producir e inventar la subjetividad misma. Es decir,
se ha ingresado en un tiempo histórico del Capitalismo –acompañado por
narrativas de autorrealización como la autoayuda, los managments y otras
teorías–, donde dispone de los dispositivos para producir subjetividades. La
forma que tuvo Foucault de vislumbrar estos dispositivos fue bajo el nombre de
empresarios de sí mismos. Es decir, concebir la vida de uno, la relación con
los otros, bajo una performance de sexualidad, deporte y trabajo, en donde la
cuestión del rendimiento y de optimizar la propia vida y sus recursos, se
pongan al frente del asunto.
Esto es muy interesante, porque ya no está en el marco de la
biopolítica que primero pensó Foucault, sino que ya vemos que es un paso
distinto, porque ya él dice que un empresario de sí mismo no tiene que tener
una empresa, ni tiene que tener nada. Es simplemente alguien que se ha
producido y ha quedado constituido en un dispositivo que llamaría, desde el
punto de vista lacaniano, un dispositivo de goce; es decir, un dispositivo que
está más allá del principio del placer, un dispositivo que ya fue preanunciado
por Freud en “El malestar en la cultura”, y que en el Neoliberalismo se consuma
históricamente; la realización del sujeto pasaría entonces por algo en donde lo
ilimitado ha entrado en su vida.
Digo lo ilimitado para también evocar el discurso capitalista, que
al no tener corte alguno, y al conectar todos los lugares, y al estar
constituido no como un discurso –porque estamos forzando las cosas cuando
decimos discurso capitalista–, es un dispositivo. (…)
(…)
Esa es una primera cuestión que he tratado de zanjar: separar al
sujeto de la subjetividad. Porque si sujeto y subjetividad son lo mismo, ya le
concedemos, como le pasó a Foucault, el grave problema de que el poder, en su
ontología, fabricaba al sujeto. Y entonces, ¿cuál era el punto de lo
inapropiable si ya estaba todo producido desde el poder? (…)
(…) Nosotros tenemos que pensar que no todo es histórico, porque
si no le regalamos al poder, todo. Por ejemplo, en una mesa redonda, con una
gran compañera feminista de Podemos, en Madrid, ella hablaba de las mujeres que
gozan con fantasías de sumisión, y hablaba de los vestigios de la lógica
patriarcal en esas fantasías. Y yo le decía que no, porque si ya introducimos
en que el modo de gozar de una mujer está contaminado por una lógica de poder,
estamos haciendo en cierto modo lo que hizo la URSS con los homosexuales, que
durante un tiempo los consideraba desviados ideológicos. Estamos a punto de
decirle: “Compañera, usted está gozando mal porque tiene todavía el patriarcado
en el horizonte”. Hay que separar la producción de subjetividad de lo que
consideramos que es el sujeto.
Y por otro lado, sin embargo, respetar esto que vislumbró
Foucault. Incluso Margaret Thatcher le dio la razón cuando dijo que la economía
era nada más que el método, y que el objetivo era el alma. Es decir, el
Neoliberalismo tiene un impulso que lo describe muy bien a sí mismo, que es el
querer generar un dispositivo de rendimiento y goce que está más allá del
principio del placer, en donde –y por eso se extienden las patologías de la
responsabilidad–, el sujeto está siempre más allá de sus posibilidades. Está
bajo imperativos con los que no puede cumplir.
(…) Toda la temática freudiana parece un libro de contraautoayuda
y autoestima, porque de entrada dice que la felicidad no tiene nada que ver con
la verdadera existencia del ser humano, y que la obligación de ser feliz va a
traer consecuencias deplorables, como las que tienen las narrativas de
autoayuda que logran hacerle creer a cada sujeto que las lee –que en ese
momento no es sujeto, es subjetividad–, que uno ha entrado en la captura de la
producción de subjetividad que consiste en el uno por uno. Por eso alerté
últimamente en los debates con los queridos colegas de mi Escuela, ciertos
reparos cuando dicen “nosotros estamos en el uno por uno”, porque no hay mejor
dispositivo que sepa atender el uno por uno que el Neoliberalismo, que le hace
creer a cada uno que ese libro está destinado a él, cuando se vendieron 48
millones de ejemplares. Y que lo que ha leído palabra por palabra está escrito
para él, hasta que el circuito de rendimiento y goce se agotan, y resulta que
la infelicidad aumentó.
(…)
Ahora bien, todo acto instituyente no tiene más destino que ser
incluido en una institución. Y a la vez, la institución está hecha para no
querer saber nada del acto instituyente. Pero a la vez, sin la institución, el
acto instituyente se evapora. (…) En las instituciones hay jerarquías, hay
ideales, hay estratificaciones, y el acto no es algo que hace emerger lo que
estaba, no es algo que da visibilidad, o algo que estaba invisible en la
situación, se vuelve visible por el acto. No, el acto hace surgir algo
radicalmente nuevo, que no estaba ni siquiera latente. De modo que las
condiciones del acto son muy serias.
¿Cómo se aloja eso institucionalmente si la institución está hecha
para borrar esto? Entonces hay que encontrar una fórmula donde se acepte el
desafío de que por un lado, esté la institución que aloje esto, y que a la vez,
esa institución no termine de matar lo que fue el acto.
(…) es el Neoliberalismo lo que va a llevarse por delante todo; se
lleva por delante la familia, los lazos sociales, el trabajo, la relación de
cada uno con su lugar, con su país, con su pueblo. No es el Mayo del ‘68 como
decía Nicolas Sarkozy, lo que provocó el declive de las autoridades simbólicas.
La gran máquina de erosión de todas las autoridades simbólicas, el gran declive
de todas las instituciones, de la pérdida de prestigio de todas las figuras de
lo simbólico, la está generando esta producción de subjetividad neoliberal, que
además –como dice Lacan del discurso capitalista, y eso es lo que tiene de
conservador su visión–, marcha hacia su consunción. Es decir, marcha hacia algo
que va a producir su propia disolución violenta, porque consunción quiere decir
desarrollar internamente una energía que te destruye. O sea que él no ve una
salida histórica, al modo de la filosofía hegeliana marxista, sino que ve algo
que efectivamente habría que ser muy ciego –por lo menos estando en Europa–
para no verlo, que es que ahora el futuro no es más una incertidumbre: marcha todo
hacia algo que no se va a poder sostener. Hoy cualquiera, sea de derecha o de
izquierda, admite con bastante facilidad que el mundo así como va y en la
dirección que va no es sostenible. Que verdaderamente si hay algo que discutir
es lo que decía Walter Benjamin: “¿Cómo es el freno de mano aquí?”, porque si
no hay freno de mano la cosa va a un lugar que no tiene salida –esto me
llevaría a establecer diferencias con Ernesto Laclau–, porque el discurso
capitalista yo creo que no está pensado en la lógica hegemónica, pero tampoco
está pensado como Badiou formula el Capitalismo. O sea, el discurso capitalista
en Lacan, en ese sentido, es más marxista, porque Marx dice en un momento que
el Capitalismo es una abstracción, que ya no nos dominan hombres, ni personas,
ni instituciones, que nos domina una abstracción. Eso es mucho más serio, mucho
más grave como problema político. (…)
Por eso, y aunque eso no se percibe aun en Argentina, el
Neoliberalismo no escoge al psicoanálisis. No lo ha escogido, y se ve
claramente en Europa. Se ve el declive de la filosofía y se ve el declive del
psicoanálisis. Puede haber algunas culturas que mantengan, por razones
históricas, su presencia. En cambio la autoayuda se expande transversalmente,
devora a la filosofía, al psicoanálisis, a la divulgación científica; se
empieza escribiendo sobre los protones y se termina escribiendo sobre cómo
vivir con tu suegra (…)